Tuve que elegir entre sobrevivir o bailar.

Como tantos, guardé mi sueño en un cajón: ser bailarina profesional, recorrer escenarios, contagiar alegría con mi cuerpo.

En su lugar, llegaron la universidad, el trabajo y las responsabilidades.

Y aunque me volví fuerte, siempre sentí que una parte de mí… se había quedado quieta.

Hoy no estoy en grandes escenarios, pero estoy en el más importante de todos: el de tu vida.

Y esta vez, vengo a bailar contigo.

A recordarte que el movimiento también es medicina.

A ser —¿por qué no?— tu persona vitamina.

A regalarte en cada clase una sonrisa, una caricia al alma y ese empujón que a veces nos falta para volver a brillar.